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¿DÓNDE ESTÁN LOS RADICALES? A.W.Tozer

Foto del escritor: AdminAdmin


La línea divisoria


Casi desapareció totalmente la línea divisoria entre la Iglesia y el mundo. A parte de otros pecados más graves, vemos que los desvíos del mundo no regenerado reciben ahora la sanción y aprobación de un gran número de cristianos que dicen haber nacido de nuevo; y tales pecados pasan a ser copiados con extrema ansiedad. Jóvenes cristianos toman por modelo las modas escandalosamente mundanas, y recogen asemejarse lo más posible a las personas de conducta dudosa, o declaradamente irreligiosas.


Líderes religiosos adoptaron las técnicas de los propagandistas, y las exageraciones, las condenables vanaglorias surgen en los sectores eclesiásticos como procedimiento normal. Se siente que el clima normal no es del Nuevo Testamento, y sí de Broadway y de Hollywood.


La mayor parte de los evangélicos imita, y el mundo es el modelo de ellos. Aquella ardiente y santa creencia de nuestros padres en muchos sectores se hizo como un pasatiempo, y lo que más entristece es ver que todo ese mal viene afectando las masas. Esa voz de protesta que se inauguró con El Nuevo Testamento y que siempre se hizo oír en alto y buen sonido en los tiempos en que la Iglesia tenía poder, fue abandonada y silenciada con notable éxito.



Pérdida de radicalidad


Aquel elemento radicalista por su testimonio y vida que hizo de los cristianos individuos odiados por el mundo, ya no se ve en el evangelismo de los días que vivimos.


Los cristianos se distinguieron como verdaderos revolucionarios morales, pero no políticos y hoy hemos perdido ese carácter revolucionario. Vemos que hoy no peligra más el ser cristiano, ni es cosa costosa serlo. La Gracia ya no es más libre, y sí barata. Nos preocupamos hoy como probar al mundo, y a los mundanos, que podemos todos gozar los beneficios del Evangelio sin la menor inconveniencia a su habitual contenido de vida. “Todo es nuestro, y el cielo también”.



Una luctuosa realidad


Este cuadro que damos de la cristiandad moderna, aunque no tenga aplicación a todos en general, representa la verdad para la mayoría de los cristianos de la era actual. Por este motivo juzgo ser cosa vana e inútil que se reúnan grandes porciones de creyentes con el propósito de que gasten largas horas a suplicar a Dios que les mande un avivamiento. Mientras no deseemos sinceramente transformarnos, no debemos orar.


Sólo habrá verdadero avivamiento cuando personas de oración que reciban la visión y la fe que los induzcan a enmendar todo su contenido de vida, para que se ajusten al patrón del Nuevo Testamento.

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