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La Cruz y el Cuerpo de Cristo

Foto del escritor: AdminAdmin

Art Katz



En el Salmo 133 dice, ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna. Esto significa mucho más que ir a reuniones. El habitar juntos es una relación diaria; es una integración de vida. Es el estar consientes de nuestras imperfecciones y luchas en la fe; y sin embargo no nos damos por vencidos, no huimos, y no damos nuestras espaldas. Habitamos juntos en unidad, pues es precisamente allí donde Dios ha enviado Su bendición, y a ningún otro lugar.


Después de veintiocho años de vida de verdadera comunión, sé que esto no es algo fácil de conseguir. Existe un sufrimiento que es intrínseco al habitar juntos y de hecho es lo único que lo hace posible; esto se llama la Cruz. La humillación causa sufrimiento, pero debemos saber que cuando Dios nos llama a establecer una comunidad, habrá mucho de esto. El Señor me dijo acerca de esto: “Hasta aquí llegaste, Katz. Esto va a ser para ti humillación y sufrimiento. Te van a descubrir. No vas a ser el predicador carismático que pasa de una reunión en otra. Vas a estar viviendo íntima e intensamente con otras personas de una manera diaria en donde tus defectos, tus debilidades, tus pecados y tus fracasos serán y deben ser revelados.” A partir de esta experiencia, la posibilidad de una vida real podrá surgir; a esto podemos llamar “la verdadera comunión”.


Desde el comienzo de mi salvación, y durante los primeros cuatro o cinco años de ella, intuía que algo estaba mal dentro de la vida de iglesia contemporánea. ¿Dónde estaba el poder de Dios? ¿Dónde estaba la gloria y la realidad apostólica del primer siglo? ¿Por qué es que estamos tratando de inducir a las personas a que “acepten a Jesús” en base al beneficio que obtendrán por haberlo aceptado a Él? ¿De qué manera, entonces, podemos obtener la autoridad espiritual? La respuesta de Dios para nosotros fue llevarnos al estado de Minnesota, a una propiedad que previamente había sido un Campamento de Jóvenes. Fue el principio de una revelación de Su Reino que tuvo como resultado dificultades, angustia de corazón, y las terribles decepciones y frustraciones que sólo pueden venir a nosotros por medio de la verdadera experiencia de iglesia. Estoy maravillado de la ingenuidad de los Cristianos que piensan que la iglesia es un lugar en donde de alguna manera van a ser complacidos o ‘bendecidos’ de forma consentida. Ellos no saben que la Iglesia es el mismísimo lugar en donde Dios, en Su sabiduría, ha reservado Sus formas más exquisitas de sufrimiento para de esta manera llevarnos más rectamente hacia el conocimiento de Él y de Sus propósitos. Esta ha sido mi experiencia, ¡y no la cambiaría por nada!.


Pablo nos dice en la primera carta a Timoteo 3:15 que la iglesia es la “columna y baluarte de la verdad.” El pensar que podemos llegar a ser corporativamente esa columna y baluarte basándonos solo en los reuniones de los domingos y estudios bíblicos de mitad de semana es de hecho un engaño; se necesitará de todo para llegar a esta realidad. Se va a necesitar de personas que reconozcan que la iglesia no se encuentra establecida para nuestro placer, sino para Su gloria. Todos aprendimos de una forma inadecuada acerca de lo que es La Iglesia. Lamentablemente Hemos permitido que el mundo nos degrade como Iglesia, convirtiéndonos en algún tipo de culto dominguero que de alguna manera sirve a los propósitos egoístas de aquellos que quieren obtener algún beneficio de Dios. No sería injusto decir que la Iglesia de hoy es esencialmente un conjunto de individualidades; nos sentamos los unos junto a los otros, pero aún no estamos “unidos” en el sentido bíblico de la palabra.


Lo primero que Dios necesita revelarnos es qué tan profundamente están grabados en nuestro corazón el individualismo, la voluntad propia y la rebelión. Los poderes del mundo están creciendo, cautivando las almas de los hombres, arraigándolos en el tiempo, y bloqueándolos de considerar las cosas que son eternas. No podemos librarnos de esta influencia maligna por nuestra propia cuenta. El separarse del mundo es muy doloroso, y aquellos poderes malignos son demasiado penetrantes y fuertes. Y sólo es a través del apoyo, el ánimo, la oración, la sabiduría, el consejo de otros y la atmósfera que generamos juntos como la comunidad del pueblo de Dios que podemos vivir y mantener aquella libertad sin que seamos arrastrados de nuevo hacia el dominio del mundo. La vida en comunidad o la vida juntos es una de las principales provisiones de Dios para resistir y vencer aquellos poderes malignos. Los hijos y las hijas de Dios son aquellos que vencen al mundo, a la carne y al diablo, y no existe lugar más conveniente para ser o para volvernos este tipo de personas, a no ser que estemos dentro de un intenso escenario de comunidad. No existe el hombre cuya vida es, o vaya a ser, totalmente libre de engaño. Nuestras vidas deben estar sometidas a la examinación de Dios a través de los hermanos en Cristo. Es una revelación dolorosa, pero es mejor ese dolor ahora que el terrible dolor de descubrir en el Tribunal de Cristo que estábamos viviendo un engaño. Puede que hayamos pensado que éramos espirituales, cuando todo el tiempo estuvimos grandemente apartados de la autenticidad y realidad. El Señor no aprueba nuestra opinión romántica o emocional de lo que nosotros pensamos que es la verdadera espiritualidad. Por lo tanto, su agraciada provisión es la vida en comunión; en donde la verdadera condición de nuestro corazón, y las cosas que de otra manera nunca hubiéramos descubierto de nosotros mismos, ¡tienen la mayor posibilidad de sernos reveladas!.


¿Cuántos de nosotros pensamos que podemos ser santos solitarios y aislados teniendo algún tipo de relación eufórica e imaginaria con Dios privadamente, pero difícilmente teniendo algo de paciencia con los santos que son su Cuerpo? ¿Cómo podemos amar más a la Cabeza que al Cuerpo, y cómo podemos honrar la Cabeza fuera del Cuerpo? La vida de Cuerpo nos salva exactamente de aquella cosa almática que amamos, es decir, el aislamiento, la separación y un estilo de vida privado. Dios nos ha llamado a la comunión con su Hijo Jesucristo y con los hermanos. Nunca vamos a ver autoridad y poder de resurrección si no estamos totalmente relacionados con el Cuerpo de Cristo. Esto requiere de algo más que servicios de domingo. La iglesia necesita considerar el volverse una comunidad en el sentido de una vida de integración juntamente entretejida entre todos de forma muy intensa, real y genuina.


A Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (Efesios 3:21)


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